En el ámbito contable, empieza a tomar fuerza una preocupación que no puede seguir siendo ignorada. Se sostiene la idea de que la irrupción de la inteligencia artificial (IA) cambiará absolutamente todo, y que quien no se adapte de inmediato quedará fuera del sistema. Que, si no se aprende sobre programación, la carrera está acabada; que, sin dominar ciertas herramientas, se está desactualizado.
Este fenómeno se da en el marco de una profesión que, especialmente en Argentina, ya es una de las más exigentes. El constante cambio normativo, los vencimientos incesantes, las actualizaciones de libros, nuevas resoluciones, más tareas y responsabilidades hacen que el ejercicio diario del trabajo contable sea sumamente demandante. A eso, ahora se suma la presión de tener que dominar herramientas tecnológicas avanzadas, como si fuera un requisito obligatorio para seguir siendo útil profesionalmente.
La inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa, especialmente en tareas repetitivas y operativas. No obstante, preocupa el modo en que se instala el miedo en torno a su uso, ya que, en lugar de promover una integración consciente y gradual, se impone una narrativa que sugiere que no adaptarse equivale a desaparecer. Esa lógica resulta injusta y deshumanizante.
¿Esto ya ocurrió antes?
Ante este panorama, es pertinente observar el pasado reciente y constatar que no es la primera vez que la profesión contable enfrenta una transformación significativa. La llegada de las calculadoras, de las computadoras o la digitalización del libro IVA también fueron innovaciones que generaron inquietudes en su momento. Sin embargo, es necesario evitar comparaciones simplistas.
Algunos discursos comparan la aparición de la IA con la irrupción de la calculadora, con el argumento de que, así como este dispositivo superó al contador más rápido con los números, ahora la IA superará al profesional en casi todo. Pero esta analogía es engañosa. La calculadora realizaba operaciones exactas, sin interpretación ni contexto. Era una herramienta predecible.
La IA, en cambio, trabaja con lenguaje, interpreta contextos y opera con datos que incluso pueden no ser certeros. Aunque puede asistir en muchas tareas, también puede cometer errores. No reemplaza el juicio profesional ni la capacidad crítica. Repetir ese tipo de comparaciones solo incrementa la presión sobre una profesión ya suficientemente cargada. Es un discurso que, aunque no siempre malintencionado, se vuelve irresponsable por sus efectos.
Un proceso más de adaptación
La profesión contable ha sabido adaptarse a cada cambio que se presentaba con el surgimiento de las nuevas tecnologías, nuevas normativas y nuevas formas de trabajo. Esta nueva etapa no debería ser vista de manera distinta. La IA representa otro proceso de adaptación, no significa el fin de la profesión ni su reemplazo. Es una herramienta, y como tal, puede ser útil si se la emplea correctamente, pero no define la valía de un profesional.
Aprender sobre inteligencia artificial debe surgir del interés genuino, la curiosidad o la búsqueda de soluciones más eficientes. Frente a esta situación, es importante actuar con empatía y respeto por una profesión que exige mucho, pero también brinda oportunidades de desarrollo y crecimiento. Ante esto, es importante resaltar que, no saber programar no descalifica a nadie como profesional.
Debemos fomentar una cultura de cuidado y apoyo mutuo, además de rechazar la noción de que lo desconocido es automáticamente una amenaza. El rol del contador va mucho más allá: pensar, analizar, asesorar, interpretar contextos y tomar decisiones son funciones que ninguna máquina realiza con el mismo nivel de criterio humano. Eso sigue siendo valioso, independientemente de los avances tecnológicos.
El mensaje que debe prevalecer es claro: no hay que cargar con los miedos ajenos. No saber todo no es una falla; nadie lo sabe todo. Y lo que hoy no se sabe, puede aprenderse mañana si realmente es necesario o deseado.
Lo esencial no es estar al día con cada herramienta, sino conservar aquello que da valor a la profesión: el criterio, la honestidad, el compromiso, el pensamiento crítico y el vínculo con las personas. La inteligencia artificial no reemplaza esas cualidades. Porque lo humano no se reemplaza.
Por eso, además de seguir formándose, también es necesario descansar, compartir, disfrutar y mantener el equilibrio. La profesión contable no se transita en soledad. Se comparte, se construye en comunidad, y, a pesar de los desafíos, siempre ha sabido salir adelante.
Cr. MAGNAGO, Agustin.
MP 10-20927-7