La Lic. en Economía, Mary Acosta, miembro de la Comisión Asesora de Equidad de Género, analiza la existencia de brechas salariales en Argentina.
Recientemente, en nuestro país, se puso en duda la existencia de brechas salariales entre mujeres y varones.
Efectivamente, nuestra Constitución sanciona el principio de igual remuneración por igual tarea sin distinción por ningún concepto, incluido el género. No obstante, diferentes estadísticas reflejan que esta situación no se corresponde exactamente con la realidad del mercado laboral argentino.
Aún persisten espacios donde, mediante mecanismos que no reconocen una categorización igualitaria del puesto, se evidencia una paga mayor a los varones frente a la misma tarea realizada por mujeres.
La problemática no se circunscribe sólo a nuestro país. De hecho, mundialmente se ha creado una efeméride que pretende expresar la injusta situación de percibir una remuneración salarial inferior a los varones por la ejecución de tareas de igual responsabilidad.
Según estimaciones de la Organización Mundial (OMS), la diferencia salarial entre géneros representa, en Argentina, el 27%, pero en el caso de las trabajadoras informales la brecha es aún mayor ya que se la calcula en un 36%.
Esta representación simbólica significa que las mujeres necesitan trabajar 98 días más que los varones para igualar el salario. En otras palabras, el año laboral debería tener 15 meses y 9 días para equiparar la remuneración que un varón cumple al 31 de diciembre.
Pero no se trata solamente de la brecha salarial, las tasas de desempleo también se inclinan más contra el sexo femenino. Al respecto, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) indicó que, al cuarto trimestre de 2023, el desempleo afectó más a las mujeres (6,1%) que a los varones (5,4%) y la diferencia se agudiza en la franja de menores de 29 años, 13,4% contra 11,5%, respectivamente.
Causas de la brecha salarial de género
La combinación de diferencia salarial y mayor situación de desempleo obedece a varias cuestiones que intentaremos plantear a continuación.
Primero, y principalmente, observamos la diferencia de horas trabajadas. Existe una ilusión en la teoría económica dominante de que todas las personas disponemos de las mismas condiciones para trabajar y elegir libremente como disponer de nuestro tiempo.
Sin embargo, está comprobado que las mujeres dedican casi el doble de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Como resultado de ello, suelen disponer de menos horas para dedicarse a trabajos remunerados, lo que las lleva a percibir menores ingresos.
En segundo lugar, la existencia de segregación horizontal o división sexual del trabajo. Este concepto hace referencia a la concentración de mujeres en trabajos relacionados con el cuidado, como podrían ser la enfermería, la docencia o la limpieza. Mientras que otros sectores, como la industria o los relacionados con trabajos orientados a la producción, son mayoritariamente ocupados por varones.
Estas últimas ramas de trabajo son mejor remuneradas que las primeras, reproduciendo así estereotipos de género que se inician desde la niñez. Como resultado de ello, hay brechas de ingreso que se explican también por la distribución de las personas en diferentes sectores productivos.
En Argentina, las mujeres representan el 96,9% de las trabajadoras domésticas remuneradas, el 73% de las personas dedicadas a la enseñanza, el 69,4% a la salud y 54,4% en servicios comunitarios. La característica principal de estos trabajos es la informalidad y las bajas remuneraciones, contribuyendo a la brecha.
No es casual que las jóvenes se dediquen a estudiar ramas feminizadas, si son desalentadas a incursionar en disciplinas que se ven como “cosas de varones”.
Un tercer factor que impacta en la brecha salarial es la segregación vertical. Conceptos como el “techo de cristal” refieren a las dificultades que tienen las mujeres para acceder a cargos jerárquicos, lo cual tiene como consecuencia que luego no son incluidas en la toma de decisiones, desarrollo de cartera y escalas salariales.
La Encuesta Nacional de Trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo y Seguridad Social reportó que, en Argentina, las mujeres ocupan apenas el 37,2% de puestos directivos y 24,4% de puestos de jefaturas en las organizaciones.
Además, reveló que el 58,4% de las trabajadoras mujeres tiene una jefa mujer, mientras que para los trabajadores hombres el número es de 14,6%. Esto coincide con la feminización de las ocupaciones laborales: en aquellas ocupaciones tradicionalmente femeninas es más común ver jefaturas de mujeres, mientras que en las ocupaciones masculinizadas su existencia es nula.
Entonces, los roles de género influyen en determinantes de la brecha salarial: la desigual distribución de las tareas domésticas, la inserción laboral de varones y mujeres por rama y jerarquía y la discriminación.
El principal factor que la explica es la diferencia de horas trabajadas por la distribución de los trabajos domésticos y de cuidados. De esta manera, para que la brecha se reduzca es necesario cuestionar mucho más allá del mercado laboral y prestar atención a la ejecución de las tareas del cuidado.
El cuidado como factor determinante de la brecha
La “economía del cuidado” se refiere al trabajo no pago realizado en la esfera doméstica que mantiene la fuerza de trabajo actual, levanta la futura y cuida la envejecida.
Este trabajo no remunerado contribuye al bienestar, el desarrollo de las capacidades humanas y al crecimiento económico de largo plazo, congregando el mayor número de horas de trabajo que podría representar más de la mitad del producto interno bruto (PIB).
Las estadísticas indican que las mujeres realizan la mayor parte de este trabajo y que, cuando se suman el trabajo remunerado y el no remunerado, las mujeres trabajan jornadas más largas que los varones.
La falta de reconocimiento del trabajo no remunerado dentro de las cuentas nacionales repercute negativamente sobre la igualdad de género en el nivel macro de la economía, debido a la importancia de estas cuentas como instrumentos para la formulación de políticas.
Hace falta implementar acciones específicamente orientadas a redistribuir los trabajos de cuidado, como lo es un sistema integral de cuidados, entre los diferentes actores de la sociedad (Estado, mercado, comunidades y familias) para romper los estereotipos de género que llevan a carreras y roles laborales predeterminados de acuerdo al sexo y reproducen la desigualdad de género y la desigualdad social.
Por: Lic. en Economía Mary Isabel Acosta